domingo, 16 de septiembre de 2012

Reglas de Juego para los Hombres que quieran Amar a Mujeres Mujeres, Gioconda Belli



I
El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.
II
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.
III
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.
IV
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
V
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
  la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
  la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El hombre que me ame
  hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.
VII
Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.
VIII
El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.
IX
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.
X
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.
XI
El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.

viernes, 17 de agosto de 2012

Ausencia




"Dejaré que muera en mí el deseo
de amar tus ojos dulces,
porque nada te podré dar sino la pena
de verme eternamente exhausto.
No obstante, tu presencia es algo
como la luz y la vida.
Siento que en mi gesto está tu gesto
y en mi voz tu voz.
No quiero tenerte porque en mi ser
todo estará terminado.
Sólo quiero que surjas en mí
como la fe en los desesperados,
para que yo pueda llevar una gota de rocío
en esta tierra maldita
que se quedó en mi carne
como un estigma del pasado.
Me quedaré... tu te irás,
apoyarás tu rostro en otro rostro,
tus dedos enlazarán otros dedos
y te desplegarás en la madrugada,
pero no sabrás que fui yo quien te logró,
porque yo fui el amigo más íntimo de la noche,
porque apoyé mi rostro en el rostro de la noche
y escuché tus palabras amorosas,
porque mis dedos enlazaron los dedos
en la niebla suspendidos en el espacio
y acerqué a mí la misteriosa esencia
de tu abandono desordenado.
Me quedaré solo como los veleros
en los puertos silenciosos.
Pero te poseeré más que nadie
porque podré irme
y todos los lamentos del mar,
del viento, del cielo, de las aves,
de las estrellas, serán tu voz presente,
tu voz ausente, tu voz sosegada."

lunes, 19 de marzo de 2012

Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández



(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las ladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


domingo, 11 de marzo de 2012

De Canción de la Niñez, por Peter Handke













Cuando el niño era niño
caminaba con los brazos colgantes,
quería que el arroyo fuera río,
que el río fuera torrente, y este charco el mar.


Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
todo le parecía animado
y todas las almas eran una.

Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
de pronto se echaba a correr,
tenía un remolino en el pelo,
y nunca posaba para una foto.

Cuando el niño era niño,
era el tiempo de estas preguntas
¿por qué yo soy yo y no soy tú?
¿por qué estoy aquí y por que no allá?
¿cuándo empezó el tiempo y dónde acaba el espacio?
¿es la vida bajo el sol tan solo un sueño?
es lo que veo y oigo y huelo
¿no es solo una ilusión del mundo ante mundo?
Dados los hechos de la maldad y de la gente.
¿existe realmente el mal?
¿cómo es posible que yo, que existo,
no haya sido antes de existir y que alguna vez yo, que existo,
ya no seré quien soy?

Cuando el niño era niño,
le costaba tragar las espinacas, los guisantes, el arroz con leche
y la coliflor al vapor,
y ahora come de todo, no solo por necesidad.

Cuando el niño era niño,
alguna vez despertó en una cama extraña,
y ahora lo hace comtinuamente.
Muchas personas, entonces, le parecían bellas
y ahora solo unas pocas, por pura suerte.
Había visualizado una clara imagen del Paraíso
y ahora, cuando mucho, lo adivina,
no podía pensar una nada
y hoy se estremece ante ella.

Cuando el niño era niño,
jugaba con entusiasmo,
y, ahora, tiene la misma excitación que entonces,
pero solo cuando se trata de su trabajo.

Cuando el niño era niño,
tenía suficiente con comer una manzana, ... y pan,
y aún hoy es así.

Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo ellas lo hacen,
y aún hoy es así.
Las nueces frescas le hacían aspera la lengua,
y aún hoy es así.
Tenía, en cada cumbre,
el ansia de un monte mas alto todavía,
y en cada ciudad,
el ansia de una ciudad aun mejor,
y aún hoy es así,
Alcanzaba las cerezas en las ramas más altas de los árboles,
con una euforia que todavía hoy tiene,
era tímido ante los extraños,
y hoy lo sigue siendo.
Esperaba la primera nevada,
y hoy la sigue esperando.

Cuando el niño era niño,
tiró un bastón como lanza contra un árbol,
y éste aún sigue vibrando allí.

domingo, 17 de octubre de 2010

1964, Jorge Luis Borges.


I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy solo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

Para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

Y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

Y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

lunes, 11 de octubre de 2010

OASIS EN EL INSTANTE, Sohrab Sepehrí.


Si venís a buscarme
estaré más allá de la tierranada.
Más allá de la tierranada hay un lugar.
Más allá de la tierranada las venas del aire
están llenas de vilanos mensajeros que nos traen noticias
de una flor recién abierta en el arbusto del extremo confín de la tierra.
En la arena hay dibujos de cascos de caballos,
de sutiles jinetes que al alba se dirigieron hacia
las alturas ebrias de la asunción de la amapola.
Más allá de esa tierranada, el guardasol del deseo permanece abierto:
Y cuando la brisa de la sed corre por el fondo de una hoja
se oyen las campanas de la lluvia.
Aquí el hombre está solo
y en su soledad
la sombra de un olmo se extiende hasta la eternidad.
Si venís a buscarme,
venid, pues, lenta y suavemente
para que no se raye
la porcelana de mi soledad.

DETENTE SOMBRA, Sor Juana Inés de la Cruz.


Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

La ruta de su evasión (fragmento), Yolanda Oreamuno.



"Siempre queda en algún árbol una hoja postrera, prendida a la rama por un milagro de resistencia inexplicable, y todas las mañanas, al pasar, formulamos una despedida porque tememos no encontrarla allí al día siguiente. Es tan frágil su aspecto, descomedida su posición, muerto su color, que no podemos explicarnos por cuál fenómeno se mantiene en su sitio invulnerable al viento, la escarcha y el frío. Simboliza el recuerdo borroso de lo que fuera en primavera y verano el ropaje del árbol; es la manifestación única de su antigua forma; la rúbrica de su linaje, el síntoma de su especie. Pese a todo lo precario que esa hoja solitaria representa, en su humildad, en su indefensión, tiene un noble elemento de fortaleza. Cada mañana la buscamos para comprobar en su delicado tallo o en el contorno de su cuerpecillo aterido los efectos de la intemperie, y repetimos la nostálgica despedida. Pero al verla de nuevo, inalterable y sola, nos preguntamos sobresaltados si resistirá todo el invierno allí. Tanta tenacidad anónima despierta en nosotros cierto elemento de sospecha ¿por qué resiste?, ¿irá a permanecer a pesar de todo?, ¿para qué su inmutabilidad?, y nos vamos acostumbrando a su presencia en el árbol frente a nuestra casa. Lentamente, con la familiaridad de lo inevitable, olvidamos la hoja fiel. Una mañana cualquiera ya no levantamos la cabeza para buscarla, ni nos despedimos de ella hasta nunca. Ha entrado a formar parte del paisaje inalterable, de ese paisaje permanente más allá de las estaciones y las temperaturas. Y muchos días después, casi sin pensar en ella, echamos una mirada descuidada que nos revela su ausencia. Se fue con el viento. Ya no está. Se fue sin despedida, sin adiós y sin lágrima. Tampoco dejó recuerdo. Simplemente se fue."