lunes, 19 de marzo de 2012

Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández



(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las ladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.


domingo, 11 de marzo de 2012

De Canción de la Niñez, por Peter Handke













Cuando el niño era niño
caminaba con los brazos colgantes,
quería que el arroyo fuera río,
que el río fuera torrente, y este charco el mar.


Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
todo le parecía animado
y todas las almas eran una.

Cuando el niño era niño,
no tenía opinión sobre nada,
no tenía ningún hábito,
frecuentemente se sentaba en cuclillas,
de pronto se echaba a correr,
tenía un remolino en el pelo,
y nunca posaba para una foto.

Cuando el niño era niño,
era el tiempo de estas preguntas
¿por qué yo soy yo y no soy tú?
¿por qué estoy aquí y por que no allá?
¿cuándo empezó el tiempo y dónde acaba el espacio?
¿es la vida bajo el sol tan solo un sueño?
es lo que veo y oigo y huelo
¿no es solo una ilusión del mundo ante mundo?
Dados los hechos de la maldad y de la gente.
¿existe realmente el mal?
¿cómo es posible que yo, que existo,
no haya sido antes de existir y que alguna vez yo, que existo,
ya no seré quien soy?

Cuando el niño era niño,
le costaba tragar las espinacas, los guisantes, el arroz con leche
y la coliflor al vapor,
y ahora come de todo, no solo por necesidad.

Cuando el niño era niño,
alguna vez despertó en una cama extraña,
y ahora lo hace comtinuamente.
Muchas personas, entonces, le parecían bellas
y ahora solo unas pocas, por pura suerte.
Había visualizado una clara imagen del Paraíso
y ahora, cuando mucho, lo adivina,
no podía pensar una nada
y hoy se estremece ante ella.

Cuando el niño era niño,
jugaba con entusiasmo,
y, ahora, tiene la misma excitación que entonces,
pero solo cuando se trata de su trabajo.

Cuando el niño era niño,
tenía suficiente con comer una manzana, ... y pan,
y aún hoy es así.

Cuando el niño era niño,
las moras le caían en la mano como sólo ellas lo hacen,
y aún hoy es así.
Las nueces frescas le hacían aspera la lengua,
y aún hoy es así.
Tenía, en cada cumbre,
el ansia de un monte mas alto todavía,
y en cada ciudad,
el ansia de una ciudad aun mejor,
y aún hoy es así,
Alcanzaba las cerezas en las ramas más altas de los árboles,
con una euforia que todavía hoy tiene,
era tímido ante los extraños,
y hoy lo sigue siendo.
Esperaba la primera nevada,
y hoy la sigue esperando.

Cuando el niño era niño,
tiró un bastón como lanza contra un árbol,
y éste aún sigue vibrando allí.